HUIDA


Quiero huir de mí mismo,
refugiarme en un vacío lejano,
y entre el delirio y la razón
esperar impaciente mi otro yo.
Hasta allí el designio
hace callar mi voz,
apaga la llama de mi conciencia.

El viento huye en el desierto
avivando un huracán de miseria.
En cada jornada avanza, trémulo, agonizante,
ansiando alcanzar horizontes lejanos,
para en cada montaña, cada valle,
encontrarse consigo mismo,
preguntándose:
¿es este el castigo divino?
Y sin respuesta regresa a su lugar de partida
donde sólo advierte su fatalidad.
Asechado por un grito
que llega desde más allá del mar
se alista al furor de su destino:
vagar y vagar
como una mirada ausente
 en el desgarrado limbo de la noche.

Toda huida es un escape
a los desdenes que le da la vida,
como la estrella fugaz
que noche tras noche
se desliza rauda en un hilo de luz
buscando un lugar distante
que la permita soñar en libertad,
mas las leyes del universo
son nuestras propias cadenas,
indolentes y aciagas,
capaces de no perdonar
un mínimo intento
fuera de los confines
a los que están sujetos
los códigos de nuestra existencia.

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