EL NIÑO DE LA CALLE


Abrojal de miseria
donde pulula el vicio
y acecha la tragedia.
Un padre alcoholizado
una madre histérica
un niño que pide pan
y tirita de frío
mira a la distancia
el horizonte sombrío.
Planta marchita
sin frescura en sus hojas
sin aroma en sus flores
mustios los pétalos
rueda por la senda
con la mirada perdida,
con la frente fría
por la furia del viento,
vestido de harapos,
los zapatos rotos
o los pies desnudos
va por las calles
de la gran ciudad,
con su carita sucia
teñida de tristeza
que desgarran las entrañas
y calcina el alma
inmerso en un mundo
de aparente calma.
Cuando llega la noche
en la desierta vía
un recodo es su alcoba
un retal es su almohada
o bajo de un puente
donde el río llora
sueña su infortunio
y piedad implora.
O en la vetusta casa
que fuera abandonada
teje allí su nido
con cartones viejos
prendas desgarradas
con sabor amargo
y sopor de nostalgia,
¡ésa es su morada!
Flor inmaculada
que vienes de la nada
a rondar las sombras
en noches heladas.
Levanta tu rostro
y mirando al cielo
divisarán tus ojos
una luz de esperanza.
Camina de frente
con las manos limpias
el pecho radiante
y pronto encontrarás
un sendero brillante.
Aléjate del fango
que mengua la razón
entristece el semblante
y lastima el corazón.
Mira la luz del sol
y pídelo al astro rey
que a tus labios llegue:
un mar de sonrisas
y eternas caricias.
Un día recordarás
la aridez del ayer
cuando ufano vayas
por la senda del deber.






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